Sin pecado concebida. ¿Sabemos que proclama este saludo al sacerdote confesor cuando uno se acerca al sacramento de la penitencia?

El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre, Santa Ana. Es decir: María es la «llena de gracia» desde su concepción.
En España, desde el siglo XVI, se defiende la Inmaculada Concepción frente a las corrientes teológicas que ponen en duda que María fuera concebida sin pecado original, y, en este sentido, ya se celebraba la festividad el 8 de diciembre. El Papa Sixto IV, en 1483, casi cuatro siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente. Durante el siglo XVII, la sociedad sevillana se movilizó en su conjunto (nobleza, clero y pueblo llano) para conseguir la proclamación del dogma por el Papa ante las dudas que expresó el prior de los dominicos en un sermón, llegando a enviar el Arzobispo de Sevilla una comisión a Roma. Como muestras de esta movilización encontramos, en las crónicas de la época, multitud de actos de desagravio, manifestaciones, procesiones, cultos y hasta votos de sangre como el formulado por la Hermandad de “El Silencio” para defender la pureza de María “derramando hasta la última gota de sangre si fuera preciso”. Como curiosidad, en conmemoración de este hecho, aún hoy procesiona, dentro del cortejo, en la Madrugada del Viernes Santo, un nazareno portando un cirio votivo con la imagen de la Inmaculada, así como otro hermano porta una espada.
En este sentido, las universidades españolas proclamaron a María Inmaculada como Patrona. Sus doctores, al recibir el grado, hacían juramento de enseñar y defender la doctrina de la Inmaculada Concepción de María. El arte contribuyó también decisivamente a esta misión de expansión del dogma, siendo sus principales difusores pintores de la época como Pacheco, Murillo, Velázquez o Zurbarán y escultores como Martínez Montañés.
Finalmente, el dogma fue proclamado por el Pontífice Pío IX el 8 de diciembre de 1854. En su bula papal Ineffabilis Deus, reza así: «Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». La encíclica Fulgens Corona, publicada por Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: “Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre”.
No en vano Sevilla luce con orgullo el lema de ciudad “mariana” en su escudo, lema ganando por la veneración a la Madre de Dios. Y es que, como dijo nuestro querido Elvis hispalense, el genuino rockero cofrade —es decir, el inigualable Silvio—, en un devoto swing dedicado a Nuestra Señora: «¡María es la pura concepción, que antes que Roma mi Sevilla proclamó!».
Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Miguel Calvo