Carta al Frente: “Católicos, nos toca”, por El Archivero

¡Católicos! Nos toca. Resguardados en nuestros WhatsApp, Twitter, Facebook y demás cómodos y novedosos sistemas de comunicación, nos permitimos opinar sin pensar, criticar borreguilmente y hasta enfrentarnos sin que ni un puñetazo roce nuestra cara. Vemos pasar ante nosotros, con vertiginosa inmediatez, situaciones terribles que son sustituidas por otras, no sólo sin haberlas solucionado, sino que, con la costra creada en nuestras conciencias, algunas, por las que en los años treinta habríamos dado nuestra vida, son obviadas, simplemente porque, en lo más álgido, alguien manda un meme gracioso que nos hace pasar a otra cosa, y es el único momento, para nuestro deshonor, en el que hacemos gala del “impasible el ademán”.

Llega la Navidad y, con el final del tiempo de Adviento, la cabalgata de los Reyes Magos. Resguardados, esta vez, por la masa, asistimos a su paso indignados… que si atenta contra nuestros valores, que si parece una caravana de personajes de TV o de cine, que dónde están la huida a Egipto o los pastores, o, incluso, el propio Misterio… y, después de esquivar algunos caramelazos, moviendo la cabeza, decimos que el año que viene no volvemos. Pero sí: vuelves y repites ritual… “si te dicen que caí”.

Cabalgata de Higuera de la Sierra
Cabalgata de Higuera de la Sierra

En general, las cabalgatas de España surgen en los años veinte, coincidiendo con el gobierno de Primo de Rivera. Normalmente, es la iniciativa de un sacerdote, que, apoyada por las instituciones locales y con una alta y activa participación de voluntarios, logra sacar a la calle la representación teatralizada de los momentos más importantes de los textos litúrgicos y de la tradición de la Iglesia en estas fechas. Consolidadas las cabalgatas, en los años cuarenta y cincuenta se extienden, de forma mimética, por todo el territorio nacional, compitiendo en buena lid las poblaciones en participación y belleza (respecto a esto último, siempre nos quedará Higuera de la Sierra, “volverá a reír la primavera”, como ejemplo de buen hacer). Desde finales de los cincuenta son las comisiones de Ferias y Festejos de los diferentes ayuntamientos las que asumen la organización de la cabalgata, aunque, en muchos casos, siguen delegando la responsabilidad del montaje final bien en el Frente de Juventudes, bien en las cofradías, bien en el responsable eclesiástico.

Es a partir de los ochenta cuando las corporaciones municipales, que tienen asumida la estructuración de la celebración desde décadas anteriores, empiezan a incorporar elementos que en absoluto tienen que ver con la tradición. Estando la Iglesia fuera de cualquier aportación fuera de cualquier ámbito organizativo de la misma y cómoda, encontrándose con el “regalo” de que esta celebración popular, que tuvo su origen en la iniciativa de humilde sacerdotes de parroquia, no les compete pero tampoco obliga a nada, no sólo no toman la iniciativa de cambiar las cosas, sino que no hacen ningún movimiento al respecto entre sus feligreses, y éstos, amansados y reconociendo per se el poder civil como “el que hace las cosas”, confunden sus creencias con la cesión y el adoctrinamiento laicista. En muchos casos, al igual que comentábamos al principio, por la gracieta, el meme de ver salir una sirenita o un genio de la lámpara disneydiano, que obnubila y hace pasar a otra cosa, traicionan sus creencias con una sonrisa en sus rostros. Lo maquiavélico llega en la actualidad: Reyes Magas, cambio de día de celebración de la cabalgata (por si llueve) y la incorporación en la misma no de elementos discordantes, sino de representaciones, como la propuesta de drag queen en la de Vallecas de este año, que atentan claramente contra la creencia católica.

Llega el momento de la revolución, del “no” de Giménez Caballero; llega el momento de exigir a nuestros obispos la organización de la cabalgata católica que debe ser más ilusionante si cabe para niños y mayores pero que debe transmitir nuestras creencia. En qué cabeza cabe que la organización de las mismas esté en manos de los partidos políticos con representación parlamentaria, algunos beligerantes anticlericales y todos contrarios a la religión católica (pro abortistas, anti-familia, etc.). No es que sea absurdo: es que es una irresponsabilidad; las instituciones verán si apoyan económicamente una tradición tan popular pero la estructuración y participación en esta fiesta católica sólo puede estar en manos de estos, “al paso alegre de la paz”, porque les corresponde y porque son los que saben tratar con sensibilidad su celebración.

EL ARCHIVERO

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