Carta al Frente de un joven español obligado a emigrar

Viajar es bonito. Conocer otros países y sus culturas, bello. Pero es diferente cuando con 22 años haces las maletas para buscar un futuro fuera de tu hogar, hogar que se llama Córdoba, hogar que se llama España, lugar extraño donde amar la patria es sinónimo de desprecio; donde una sociedad se pudre amamantada de miseria por políticos que sonríen al ver cómo millones de españoles nos hemos visto obligados a abandonar el país desde que comenzó la crisis. Para la casta no cambia nada, simplemente siguen llenando sus bolsillos.

Esta crisis, aún sin finalizar, es tan dura que incluso cuando tomas una pinta de cerveza todavía piensas si algún día podrás hacer vida en tu tierra. Tierra donde naciste, aprendiste y creciste; tierra de tus padres y tierra que, fervorosamente, deseas para el mañana de tus hijos. Sí, tu tierra, donde viviste momentos, ya sólo recuerdos, por los que lloras. Porque no volverán; porque, si te quedas, no puedes triunfar en un mundo laboral absolutamente destruido y perfectamente permitido por una juventud que, cada semana, prioriza salir de fiesta en lugar de plantarle cara al sistema que los humilla. Salir a la calle para defendernos no interesa; es más cómodo creer en la mentira de que somos los mejores del planeta. La farsa de que todo va sobre ruedas entre bromas y banalidad. No es divertido ser la generación más pre-parada ni que se nos arrebaten las raíces, obligándonos a sobrevivir desperdigados por el mundo.
España, relegada a bar de un continente. ¿No nos da vergüenza? ¿Dónde está nuestro honor? Hago un llamamiento a la juventud condenada al exilio: o reaccionamos… o aquéllos que se fueron no volverán. Lo dice alguien que un día tuvo que emigrar.
EDUARDO CUESTA
