Buenas tardes, me gustaría presentarme. Soy ese chico de un pueblo cualquiera al que vosotros llamáis “cateto”, “garrulo” o “paleto” tan solo porque vivo en el campo y soy feliz montado en mi tractor o cuidando de mis animales. Este cateto que aquí tenéis ya acabó su carrera y su máster, que de nada han servido para aprender lo esencial en la vida; el amor por lo que nos rodea. Tanto es así que yo, al igual que tantos otros amantes de lo nuestro, hemos apostado por labrar, sembrar, cuidar las cosechas y recolectarlas para que puedan llegar alimentos a todas vuestras casas en la gran ciudad. Somos quienes cada día al amanecer salimos al campo a trabajar y una vez puesto el sol aún seguimos allí para que no falten productos en vuestros supermercados.

Vosotros, urbanitas, os atrevéis a llamarnos garrulos cuando ni siquiera sabéis lo que es un mulo, no sabéis que el cordero que coméis procede de los borreguitos pequeños, esos que “tan lindos os parecen” y no de ovejas grandes y viejas, como un día me dijo uno. Me llama la atención y a la vez me produce gran tristeza que haya niños (y no tan niños) que crean que las chuletas y las lechugas nacen en bandejas de plástico, o que la gente compre agua embotellada con la creencia de que ésta es más sana que la del grifo, cuando en realidad es totalmente al contrario, ya que la embotellada, dependiendo del tiempo que lleve en la botella, (en algunos casos supera los 2 años), ha perdido todo su oxígeno, mientras que el agua del grifo, que fluye sin parar, siempre se encuentra oxigenada al 99% y por tanto es mucho más sana para el cuerpo. Son cositas así, insignificantes en nuestro día a día, las que nos demuestran una realidad fehaciente; la gente de los pueblos, la España verdadera, sabe más de la vida y de las cosas esenciales de lo que jamás podrá soñar el urbanita medio, el que nunca sale de la ciudad y, aun así, se cree el rey del mundo en su pequeña burbuja.
Esto es una llamada de atención para que todo el mundo sepa que de las ciudades no se puede vivir, que ya sea en España, Francia o Italia, la base de todo se encuentra en el campo y mientras queden locos como yo dispuestos a luchar por lo nuestro, por nuestras raíces y nuestro sustento, todos tendremos algo que llevarnos a la boca en esta vida de excesos. Pero, ¿qué pasará cuando el último joven abandone su tierra? ¿Crecerá trigo en las azoteas o chuletas en los parques?, esta es la gran pregunta que os tenéis que plantear.
Espero que esto os haya abierto los ojos y que penséis las cosas dos veces antes de insultar a nadie, ya que en los tiempos que corren, la verdadera incultura está hoy en
las ciudades y en la generación perdida de chavales que se han creado, viviendo a costa de sus padres, sin estudios ni trabajo.
Yo, mientras tanto, seguiré en mi tractor, con mi siembra y mi ganado, pues no hay cosa más bonita que ver amanecer en el campo.

Carlos García Jiménez