
Aún lo recuerdo como si fuera ayer. Las vacaciones acababan de empezar para mi hermana y para mí, y, en una de esas mañanas en las que acompañábamos a mi padre a renovar los pasaportes, sucedió. Recién salidos de la comisaría de la Cuesta de la Pólvora, nos montamos en aquel Rover, y mi padre, con aires juveniles que azotaban sus ya pasados cuarenta años, nos dijo una frase que, a mí, me marcó para siempre: «Os voy a poner una canción en la que cantan niños». Segundos después, empezaron los compases de Another Brick in the Wall, pt. 2. Mi padre, melómano confeso, realizó en mí, sin comerlo ni beberlo, la introducción al mundo de la psicodelia musical que he ido arrastrando a lo largo de mi vida.
A pesar de ello, no fue hasta los 16 años cuando visioné por primera vez la película The Wall, basada en aquella ópera que Pink Floyd creó —muchos dicen que su disco más comercial; para mí, una obra maestra—. Como Roger Waters sabe plasmar, en unas canciones dependientes entre sí, un estado de ánimo inherente a todas las personas. No es necesario ser una estrella del rock para poder sentirlo en tus propias carnes.
El muro no deja de ser una situación de frustración y soledad que, a pesar de no tenerla presente en nuestro día a día, se hace más palpable en nuestros días de bajón emocional. Nosotros, sin ser conscientes de ello, vamos creando las barreras a cualquier hecho emocional, encerrándonos en una cárcel, sintiéndonos cómodos en ella, hasta que, el día menos pensado, ese muro tiene que caer para darnos de bruces con la realidad, alejada en todo momento de la que hemos ido creando a lo largo del tiempo.
Y ese proceso de creación no viene sólo instado por nosotros; lo normal es que sea creado en nosotros de manera indirecta. Siempre se lo he dicho a JF, «el sistema nos ha condenado a que llegues a tu casa hastiado y no tengas ganas de nada, más que de poner la televisión y convertirte en un esclavo de la misma, dejando pasar por alto todos los momentos que ya no volverán».
Mi padre, siempre me lo ha dicho: «el tiempo que pasa no vuelve; el hoy se desvanece, y el minuto que estás dedicando a estas cosas ya no volverá». Ahora, es cuando pienso que, por mucho que suene a tópico, es una realidad. Por eso, querido lector, te insto a que tires tu muro, porque, al final, la vida más allá de él te hará libre, y eso es increíble.
ARPZ