
En estos días, en que se celebra en Cartagena de Indias la cumbre iberoamericana, me viene a la memoria un episodio de la historia de nuestro país en el que un puñado de españoles encabezados por Blas de Lezo, militar vasco, derrotó a la armada inglesa, sólo superada en tamaño doscientos años después por la reunida para el desembarco en Normandía. Un episodio que me recuerda la leyenda negra que impera en la «opinión pública» acerca de nuestra nación.
Tan triste es este hecho que hace que aquellos que llevamos la administración, la ley, los derechos humanos, la ciencia o la fe a civilizaciones que se arrancaban el corazón latiente para ofrecérselo a ídolos de piedra con cuchillos de obsidiana nos consideremos unos genocidas; que nos ciega para no ver que la primera Declaración de Derechos fue firmada por Isabel la Católica en favor de los indígenas americanos; que no nos deja recordar que fundamos decenas de universidades, escuelas y hospitales; que no nos deja observar que sólo quedan indígenas viviendo libremente, sin permanecer en reservas naturales como si fueran animales, en aquellos países que antaño fueran España.
Debemos sentirnos orgullosos de nuestra historia, debemos conocerla, admirarla y aprender de ella, para así poder entender quiénes somos y de dónde venimos en realidad.

Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol;
si os alaba Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.
(Joaquín Bartrina, 1850-1880)
CARLOS