Puede que todo muera; de hecho, lo hará. No habrá cielo, ni nubes, ni me oirás respirar.
Silencio infinito o grito infernal. Aún no lo imagino; llegará un final
sin gritos de niños, ni perros ladrar. Ni el vago recuerdo de locos o cuerdos
todos habrán caído, muertos, ni olvido siquiera. Ni espera falsa o sincera.
Lo dicho o escrito no existirá. “Polvo eres y en polvo te convertirás”
— decía un Génesis que también olvidarás.
Cuando todo termine, nadie recordará a Chesterton ni a su famoso “Loco es aquél que lo ha perdido todo menos la razón”. Pero yo la tuve, la mantuve y defendí en su máxima expresión, abanderado del amor. Sin claudicar o renunciar a lo que creí de verdad. Es complicado y a la vez tan normal…
En este mundo nuestro que nos quieren cambiar, en el que lo bueno y sano comienza a enfermar a causa de unos pocos, por beneficios propios, del mundo son el opio que hay que vomitar.
Los solos de Mark Knopfler,
la autodestrucción baterista de Keith Moon,
la cintura de Elvis Presley,
la desgarradora voz de John Fogerty o las lágrimas de Pepe Risi escapándose tras sus gafas de sol, en una determinada canción.
El desplomado cuerpo de Enrique Urquijo, poeta jamás reconocido, La calle del olvido, cualquier portal de Malasaña, dejando atrás su existencia en España.
El surrealismo de Dalí. El arte en su sin fin. Puede conmigo, no existirá la prueba de que hayan existido.
No quedará con vida ni un solo corazón, ni el uso de razón.
Pero ahora que aún latimos, ahora que sentimos el tacto, el calor y el frío, cuando aún corre el agua por el río y el viento junto al tiempo vuela, se acelera y te desvela, cojámoslo antes de que escape, sin miedo a lo que pase, porque será juntos y cada minuto nos pertenece. No se desvanece, en nosotros permanece como excepción a la regla que lo arregla y luego crece.
Que nos miren, hablen y conspiren. Que no nos comprendan. Me encanta que no lo hagan, porque sólo entonces lo entiendo yo.
El fin y el principio… estoy tranquilo. Sea como sea, será a nuestro estilo.
JULIO FÍGARO
