‘Generación Bambi’, por un futuro ingeniero verde

Todos recordamos la entrañable película de Disney sobre el pequeño ciervo llamado Bambi, una historia que nos marcó en nuestra más tierna infancia. En ella comenzamos a asimilar el mensaje de amor y respeto hacia la naturaleza. Junto con Bambi, vimos El Rey LeónPocahontasDumbo, etc. En todas veíamos animales humanizados con los que, en mayor o menor medida, empatizábamos. Fue la primera vez que nos sentimos animalistas, porque ¿quién no se entristeció tras la muerte de la madre de Bambi a manos de los cazadores y deseó acabar con la caza?

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La espiral animalista en la que ha entrado nuestra sociedad tiene como más claro símil esta creencia de dibujos animados: los animales son como las personas. Se confunde la realidad animal, cayendo fácilmente en la repetición de eslóganes sin base real enarbolados por ideologías políticas camufladas de defensores de la naturaleza. La lucha contra la caza, por ejemplo, se ha convertido en un debate continuo entre partidarios y detractores donde se repiten tópicos sin llegar a comprender muy bien el fino equilibrio que supone la ecología.

      Lo peligroso de esta tendencia animalista, que tan hondo ha calado en la nuevas generaciones, no es la cuestión filosófica y moral sobre los derechos de las bestias, si no la comparación de estas con el hombre. Por ejemplo, aún se cree que la naturaleza es capaz de gestionarse por sí sola y que los humanos debemos dejarla a su aire. Nada más lejos de la realidad, desde el momento en que el hombre comenzó a habitar la tierra surgió la necesidad de protegerse de la naturaleza y aprender a dominarla, para ponerla al servicio del desarrollo. La implicación de la naturaleza en el desarrollo del hombre lo obliga a su cuidado y mantenimiento, porque esto es una simbiosis, sin lo uno no hay lo otro. Es por esto que la humanización de los animales quita un pilar básico en la relación hombre-naturaleza, que en mi opinión acabará por destruir esa simbiosis. La eliminación de la caza, por ejemplo, supondría sobrepoblaciones que arruinarían los ecosistemas en los que viven, perdiendo así todo lo que se trataba de salvar. Mantener al hombre en lo alto de la cadena trófica lo obliga a cuidar el medio, pues si ve su vida amenazada tomará conciencia y acabará con prácticas tan estúpidas como la sobrepesca.

      Para finalizar, me gustaría llamar a mi generación para que olvide el animalismo y piense en el humanismo. Si no respetamos al prójimo y empatizamos con él, ¿cómo pretendemos hacer lo mismo con el medio que nos mantiene a ambos?

Un futuro ingeniero verde

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