Igualdad de género. De la teoría a los hechos

El trabajo que a continuación se reproduce es fruto de una investigación, acerca del concepto de igualdad de género, que Paso al Frente – Estudio y Acción cree necesario hacer pública cuando se celebra, hoy, 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer (otrora conocido como «de la Mujer Trabajadora»).


0

Breve aproximación al concepto, a su evolución histórica y a su trasfondo.

I. PREFACIO

Aventurarse a escribir hoy sobre ciertos temas es una manera perfecta de meterse en problemas. La posmodernidad, o, más concretamente, la hegemónica ideología neoliberal y socialdemócrata que se ha impuesto en ella, sobre todo a raíz de Mayo del 68, del surgimiento de los llamados «socialismos reales», del eurocomunismo y la destrucción de la URSS y de la proliferación de las tesis de figuras como Ernesto Laclau o Chantal Mouffe, ha establecido una especie de hoja de ruta para la opinión pública, una relación estudiada de los conceptos que debe manejar con vistas a convertirse, sin saberlo, en la principal guardiana del statu quo del Sistema y sus cimientos; y de ella quedan excluidos, como es evidente, los planteamientos que la cuestionan, tanto desde la perspectiva previa como de la suscitada a posteriori. Quienes cometen la osadía de oponerse a participar de ese lenguaje, de esas reglas del juego, quedan instantáneamente excluidos de la partida, desterrados, marcados para siempre con apelativos —fascista, intolerante, antiguo, medieval— cuya connotación resulta palmaria.

1
Captura de un artículo de Ana P. Botín, presidenta ejecutiva del Banco Santander y tercera mujer más rica de España, publicado en El País el 20/VIII/2018.

Hoy por hoy, hablar de igualdad de género es caminar sobre un precipicio. Tanto como hacerlo de democracia o de libertades. La realidad es que puedes emplear todos los argumentos del mundo, fundamentar tu refutación al discurso oficial con infinidad de fuentes o hacer uso de una dialéctica tan premeditadamente respetuosa como concisa, pero no puedes oponerte al «ideal» de igualdad, democracia o libertad que el Régimen propugna; no puedes decir a sus defensores que tú sí defiendes la igualdad, la democracia o la libertad verdaderas frente a su farsa; no puedes poner en duda la base del entramado. Se frivoliza constantemente acerca de éstos y otros términos; a ello ha contribuido de modo nefasto la implantación de Internet y las redes sociales, por las que el ser más insignificante del lugar más recóndito del mundo puede convertirse en centro de éste con apenas un clic, así como la proliferación de los medios de comunicación o desinformación al servicio de entes financieros y multinacionales; igualdad, democracia o libertad es hoy lo que interese al Ibex 35, a Inditex y a los partidos políticos de los modelos parlamentarios que, integrados en entes supranacionales que atentan contra su soberanía e independencia, les sirven de correa de transmisión.

En este trabajo trataremos de efectuar una aproximación histórica a la igualdad de género y a las diferencias existentes entre la noción actual y la de los tiempos precedentes; asimismo, incidiremos en el papel que aquí ha desempeñado el lenguaje como catalizador de la asunción, por parte de las masas, de un ideal político impuesto desde las altas esferas.

El día anunciado por Chesterton, en que «será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde»[1] ha llegado ya. Y desde estas líneas, pese a todo, no podemos sino reafirmarnos en nuestra firme creencia de que las hierbas de los montes no son de otro color que ése al que cantó Federico García Lorca en su Romance sonámbulo.[2]

I. 1. Objetivo

Los renglones sucesivos irán destinados a realizar una breve exposición del modo en que el concepto de igualdad de género ha sido entendido a lo largo del tiempo. Nos detendremos en la historia de la lucha llevada a cabo por los derechos de la mujer en nuestro país, en sus particularidades y en las diferencias existentes entre los hechos a los que nos remiten las crónicas y los boletines oficiales y la creencia general existente en la sociedad actual. Del mismo modo, incidiremos en la importancia de los medios de comunicación y de las demás herramientas que los diferentes poderes ponen en funcionamiento de cara a implantar ciertas nociones en el imaginario colectivo y terminar de configurar la más que compleja realidad presente.

I. 2. Estado de la cuestión

Mucho se ha escrito acerca de la igualdad, la democracia y la libertad. Paradójicamente, algo me hace pensar que las veces en que ha querido hacerse de la forma más honesta y sincera no se ha necesitado mencionarlas en los términos en que se alude a ellas en nuestros días; y que, por el contrario, en las ocasiones en que ha querido hacerse un uso artero y malintencionado de estas ideas con vistas a ponerlas al servicio de una u otra idea política o económica, no se ha hecho otra cosa que explotarlas hasta hacerlas despreciables al oído. De libertad hablaba Adam Smith para sentar las bases de una doctrina económica por la que unos pocos podrían maniobrar en los mercados a costa del resto; libertad que el pobre, en palabras de Juan Domingo Perón a los obreros metalúrgicos argentinos, sólo tiene para morirse de hambre.[3] De igualdad hablaba Ana Patricia Botín[4], presidenta ejecutiva del Banco Santander y tercera mayor fortuna femenina de España, para instar a los ciudadanos de este país a unirse a la causa del feminismo que ella abandera, ateniéndose a la ambigua e incierta definición que de tal movimiento ofrece la Real Academia Española («principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre»).[5]

Poco se ha escrito, por el contrario, realizando una retrospectiva de estas dos «posibilidades» para acercarse a una visión más certera de la realidad —entre otras cosas, por ese peligro al que se exponen los autores—. Pero basta retrotraerse a los escritos de Alejandra Kollontai, Clara Zetkin, Federica Montseny, Rosa Luxemburgo y muchos otros autores y compararlos con las doctrinas propugnadas por Laclau y Mouffe, entre otros similares, para advertir la degeneración que las ideas han experimentado y las radicales diferencias existentes entre unas y otras concepciones en una y otra época.

I. 3. Hipótesis

La dialéctica promovida por las democracias liberal-burguesas como elemento clave y determinante de la configuración de una sociedad anestesiada, sedada contra contados elementos, vistos como «subversivos», que podrían poner en peligro su hegemonía. El lenguaje como corruptor de la idea. El abismo entre la teoría y la praxis.


II. EXPOSICIÓN

II. 1. Evolución histórica del concepto «igualdad de género»

Tratar de ubicar en el tiempo el surgimiento del concepto «igualdad de género» requeriría de un ingente esfuerzo de investigación durante meses, y acaso éste no terminaría de garantizar un resultado fiable. Las crónicas ya hablan de Hiparquía (350-300 a.C.), esposa de Crates de Tebas, como una de las primeras muestras de lo que podríamos considerar lucha por los derechos de la mujer[6]; sin embargo, la arbitrariedad o el carácter abstracto de la expresión referida, a priori certera y clara, nos hace inclinarnos por catalogarla de «moderna», esto es, de hija de la Modernidad, pues es a partir de este momento cuando comienza a institucionalizarse y a añadir o restar significado a la idea representada, de manera que la noción de igualdad entre los géneros masculino y femenino es entendida de una manera previamente a esta etapa y de otra con su advenimiento. Es por ello que nos ceñiremos al análisis de este último período.

2
Crates e Hiparquía, en una pintura romana del siglo I. Jardín de Villa Farnesina, Museo delle Terme, Roma (Italia).

«Hombre y mujer los creó», reza el Génesis (capítulo 1, versículo 27), aunque es evidente que los preceptos de la civilización cristiana no han conocido siempre una aplicación práctica de la concepción de ambos géneros como libres e iguales en dignidad a la altura de las circunstancias. Hasta la primera mitad del pasado siglo XX, la mujer carecía de derecho a voto en la mayoría de los países occidentales (incluido España) y, por supuesto, no recibía el mismo trato que su compañero en el ámbito laboral —para empezar, porque ni siquiera tenía acceso a los mismos puestos que él y su marco de acción seguía limitándose al hogar y a otros relacionados—. El origen de las diferencias de tratamiento se encuentra en la misma biología; la División de la Mujer y la Dirección de Estadística de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) asegura que las personalidades encargadas de la plantificación política de las naciones habrán de tener en cuenta «los principales aspectos relativos a las funciones asignadas socialmente a mujeres y a hombres y a sus distintas necesidades específicas»[7], incidiendo en la pertinencia de tomar en cuenta tales disparidades si se desea alcanzar un desarrollo sostenible en los ámbitos laboral, familiar, sanitario, medioambiental, etc.

Tradicionalmente, el varón ha sido designado para desempeñar el trabajo retribuido fuera de la vivienda familiar, mientras que la mujer ha debido asumir la crianza y el sostenimiento diario de los hijos y las labores domésticas (causa y efecto de esto han sido las diferentes capacidades y necesidades de unos y otros); cuando ésta última ha ido incorporándose a lo que dieron en llamar «mercado laboral», lo ha hecho ocupando progresivamente los nichos antes monopolizados por el hombre; esas habilidades y requerimientos parecen haberse  «reconducido» y hoy incidir en ellos es casi una osadía.

No sólo en la Grecia clásica[8], sino también en la más cercana era de los Freud, Rousseau, Kant y Schopenhauer[9], la mujer ha sido privada del derecho de ciudadanía, no sólo por la opinión pública que pudieran guiar los mencionados, sino también de iure, según marcaba la ley. Y es ya con la llegada de la Revolución Francesa (1789) cuando podemos advertir un mayor crecimiento de la corriente de pensamiento que incluye igualitariamente a la mujer en el conjunto de la sociedad; en ese mismo año se promulga la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y, tres años después, la escritora y filósofa Olympe de Gouges redacta, en respuesta, la Déclaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne, uno de los primeros documentos históricos conservados en que se propugna la emancipación de la mujer y su equiparación jurídico-legal a la figura del varón.

«La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común» —reza el artículo 1 de la Declaración.[10]

En 1792, Mary Wollstonecraft publicó su libro Vindicación de los derechos de la mujer, condenando que las féminas fueran vistas como meros bienes con los que comerciar y reclamando para ellas el derecho a la educación. Es ésta la primera vez en que se exige que sea el Estado quien asuma la tarea de construir un sistema nacional de enseñanza primaria gratuita y universal que amparase a los dos sexos.[11] Wollstonecraft ha sido considerada como por varios como promotora del llamado movimiento feminista; pero, paradójicamente, el concepto de feminismo no surgiría hasta finales del siglo diecinueve. Y he aquí la cuestión en que nos detendremos: ¿por qué no se puede hablar de feminismo como sinónimo de «defensa de los derechos de la mujer»? Porque se trata de un reduccionismo altamente distorsionador de la realidad; porque figuras como Wollstonecraft, que encabeza el texto antes citado con las palabras «Quiero al hombre como compañero; pero su cetro, real o usurpado, no se extiende hasta mí, a no ser que la razón de un individuo reclame mi homenaje»,[12] no son en modo alguno comparables con otras como nuestra contemporánea Leticia Dolera o las integrantes del grupo Femen, y mucho menos con otras como Fray Luis de León (La perfecta casada) o el padre Feijóo (Defensa de la mujer)[13], que, muchos años antes de la proliferación de este término y de un entramado socio-político en torno a él, rompieron una lanza por la emancipación del género femenino en contra de las líneas de pensamiento imperantes en su época. Sea como sea, de hecho, es una temeridad catalogar de feminista a alguien cuando ni siquiera existía tal noción durante sus años de vida. Más aún cuando, existiendo, la desdeñó siempre.

En nuestros días se sitúa en idéntico nivel a Christine Lagarde, actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), y a Alejandra Kollontai, destacada militante comunista y primera mujer en ocupar un puesto en el gobierno de un país. En consonancia con todo el denominado establishment internacional, la primera reclama para sí la denominación de feminista e insta a todo el mundo a hacer lo propio, y lamenta, de cara a los medios, que las mujeres y las niñas sean las principales víctimas de la pobreza extrema, al tiempo que, desde su puesto privilegiado, impone a las naciones ajustes presupuestarios millonarios que las endeudan de por vida y que empobrecen aún más a sus sectores vulnerables.[14][15] La segunda, por su parte, decía de las feministas algo que creo oportuno reproducir textualmente:

3
Alejandra Kollontai (1872-1952).

«Las feministas ven a los hombres como el principal enemigo, por los hombres que se han apropiado injustamente de todos los derechos y privilegios para sí mismos, dejando a las mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la victoria se gana cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el sexo masculino se concede al “sexo débil”. Las mujeres trabajadoras tienen una postura diferente. Ellas no ven a los hombres como el enemigo y el opresor, por el contrario, piensan en los hombres como sus compañeros, que comparten con ellas la monotonía de la rutina diaria y luchan con ellas por un futuro mejor» (Extractos de Los fundamentos sociales de la cuestión femenina).[16]

Rosa Luxemburgo alertaba de que las exigencias políticas de la mujer proletaria no estaban arraigadas en el antagonismo entre hombres y mujeres, sino en el precipicio que separaba a explotados de explotadores[17]. «La lucha de emancipación de la mujer proletaria no puede ser una lucha similar a la que desarrolla la mujer burguesía contra el hombre de su clase; por el contrario, la suya es una lucha que va unida a la del hombre de su clase contra la clase de los capitalistas» —diría Clara Zetkin[18], maestra y militante comunista alemana. Y, así, cientos y cientos de féminas que hoy son curiosamente reivindicadas por el mismo movimiento que abandera Irantzu Varela[19], para quien la heterosexualidad es una forma de controlar a las mujeres y está marcada por la violencia y el poder ejercidos por los hombres hacia ellas. No hace falta reseñar aquí las proclamas que se escuchan cada ocho de marzo en las correspondientes manifestaciones. No se trata de realizar una crítica destructiva de cuanto hoy suponen las que se erigen en adalides de la lucha por los derechos de la mujer, sino de reparar en el inmenso abismo que separa a las que lo hicieron en un momento histórico anterior y a las que lo hacen en nuestros días.

II. 1. 1. La lucha por los derechos de la mujer en España

También nuestro país cuenta con una larga trayectoria en lo que defensa de los derechos de la mujer se refiere, aunque se encuentra extendida la creencia de que el auge y el recorrido del proclamado feminismo fueron menores aquí que en otros países europeos desarrollados.

4
Concepción Arenal (1820-1893).

La escritora gallega Concepción Arenal[20] ha sido señalada como una de las madres del feminismo español. Era una persona profundamente comprometida socialmente y de gran arrojo. Con apenas veintiún años, se disfrazaba de hombre para asistir a cada clase de Derecho en la Universidad Central de Madrid —la presencia femenil estaba vetada por ley en la institución—, y de la misma manera se personaba en tertulias políticas y literarias a las que de otra manera no habría podido concurrir; un día, Concepción fue descubierta; hubo de realizar un examen para probar sus capacidades y lo superó; aunque nunca pudo matricularse y tuvo que conformarse con asistir como oyente, sin interactuar con el resto de compañeros, ya nunca más se tuvo que disfrazar. Ferviente católica, tras licenciarse se entregó a la defensa de causas sociales, poniendo en marcha el grupo benéfico femenino de la Sociedad de San Vicente de Paúl en Potes (Cantabria) y escribiendo obras como La beneficencia, la filantropía y la caridad, por la que se convirtió en la primera mujer en recibir el primer premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas; lo hizo, similarmente, bajo otra identidad: la de uno de sus hijos; descubierta de nuevo, el premio quedó en suspenso, pero no tuvieron otro remedio que concedérselo en atención a las virtudes de la obra. Y, así, su vida se basó en pequeñas avanzadillas de guerrillera que permitieron que, hoy, millones de seres como ella puedan disfrutar de una vida igualada en dignidad y derechos a los varones.

Defendió el acceso del género femenino a todos los niveles educativos[21] (junto a otra luchadora como la carlista Emilia Pardo Bazán), propugnó una mayor preparación laboral y la equiparación salarial (aunque rechazando que, como mujer, pudiera desempeñar los mismos oficios que los varones); se enfrentó a buena parte del clero por no querer a la mujer instruida, preferir «auxiliar para mantenerla en la ignorancia que para instruirla».[22] Y no. Ella tampoco se consideró feminista. Resultaría un tanto extraño afirmar que Doña Concepción dedicó su vida «a dar zascas a los machirulos»[23]… ¿no?

Margarita Nelken, Clara Campoamor, María Martínez Sierra, Teresa Claramunt, Dolors Moncerdá, Victoria Kent, Rosario Pereda, Federica Montseny, Mercedes Formica, María de Echarri… hemos nombrado a una muestra de mujeres que, cada una en su tiempo y en sus diferentes circunstancias, se erigieron en defensoras de los derechos de las féminas y conquistaron numerosos derechos. Diremos que, paradójicamente, apenas dos o tres se hicieron llamar a sí mismas feministas; y que una, por poner un ejemplo, la que fuera primera mujer ministra de España, la anarcosindicalista Montseny, pronunciaría estas palabras que hoy son relativizadas, infravaloradas y despreciadas por quienes se dicen sus seguidoras o correligionarias: «¿Feminismo? ¡Jamás! ¡Humanismo siempre! Propagar un feminismo es fomentar un masculinismo, es crear una lucha inmoral y absurda entre los dos sexos, que ninguna ley natural toleraría».[24] Resulta llamativo reparar, además, en que varias de ellas, adheridas al socialismo (a lo que entonces se entendía como tal), rechazaron la implantación del voto femenino, arguyendo que el mismo favorecería a las derechas en una España con una mentalidad como la de entonces.

En definitiva, y sin posibilidad de extenderme mucho más, creo que parece evidente el desfase existente entre un tiempo en que apenas unas pocas abogaban por el reconocimiento de los derechos de la mujer y lograron las mejores conquistas sin haberse inventado aún el término «feminista» o rechazándolo abiertamente, y otra en la que todo el mundo es o debe ser feminista (según la definición de la RAE) en oposición a machista, la idea se ha institucionalizado y es no consentida, sino promovida decididamente por el sistema a través de sus múltiples medios, como el que ilustra la portada de este trabajo, pero la equiparación salarial, entre otras cosas, sigue siendo asignatura pendiente[25] y sólo se alienta una subversión de roles: que sean las hembras y no los varones quienes ahora disfruten de ciertos privilegios, que sea ellas quienes ejerzan la tiranía de los bancos o las grandes multinacionales en su lugar, que sean ellas quienes pueblen las plantillas de trabajo no por sus virtudes, sino por su mera condición de mujeres.[26][27]

5
6
A la izqda., artículo (07/XI/1953) en ABC de la jurista falangista y antifranquista Mercedes Formica (hoy defenestrada), que le valió para conseguir que el domicilio conyugal fuese considerado hogar familiar y no «casa del marido» durante la dictadura. A la dcha., Rosa Villacastín y Ana Rosa Quintana durante una reciente manifestación del 8-M, junto a diferentes pancartas exhibidas, en un montaje de Informalia – El Economista.

II. 2. La importancia del lenguaje: una batalla dialéctica

7
Manifestación en el mes de mayo de 1968 en París. Foto: Getty Images.

Como se ha estudiado, la revolución burguesa de Mayo del 68 en Francia dio paso a la proliferación (si no podemos hablar de ella como efecto mismo) de los llamados «nuevos movimientos sociales» (NMS), una serie de corrientes reivindicativas de empresas partidistas que se distanciaba de la lucha que tradicionalmente había venido ejerciendo el movimiento obrero. Feminismo, ecologismo, antinucleares, antimilitarismo, homosexualidad, etc. vinieron a disuadir a los trabajadores de su encuadramiento en una estructura jerarquizada que defendiera sus derechos laborales y los preparara para una hipotética subversión posterior frente al sistema según los cánones del sindicalismo revolucionario, y los embarcó en la demanda de motivos parciales, interclasistas, desjerarquizados e intermitentes plenamente integrados en la estructura del Estado mediante lobbies o grupos de presión. En este contexto desarrollan sus tesis figuras como Ernesto Laclau o Chantal Mouffe y toma forma el pensamiento político conocido como posmarxismo, que pretende ser una superación del materialismo histórico y dialéctico de Karl Marx y termina siendo un rival negador de su doctrina.[28]

Ernesto Laclau nace en Buenos Aires (Argentina) en 1935 y comienza a militar en el socialismo marxista tras el golpe de Leonardi, durante su etapa estudiantil. Posteriormente, se distancia de la doctrina marxista-leninista genuina y abraza el trotskismo, y el estallido del golpe militar del general Videla, en 1976, termina por consumar su alejamiento de sus iniciales posiciones, pasando a defender los postulados revisionistas que servirían de base para su posmarxismo. Chantal Mouffe (n. 1943) estudia en Lovaina, París y Essex y se une a Laclau en los años sesenta para alumbrar la nueva ideología, registrada en el papel con el ensayo Hegemonía y estrategia socialista, que ambos coescriben en 1985. Ambos critican la oposición base-superestructura acometida por el marxismo y se proponen eliminar el reduccionismo de clase como supuesto fundamental de la teorización política, así como introducir en el análisis político los conceptos fundamentales de sobredeterminación y articulación y llegar a una concepción más amplia de los antagonismos sociales.[29] Afirman la existencia de demandas democráticas emanadas de diversos grupos sociales y establecen que se ha de crear una delimitación política que agrupe todas en un mismo frente, cosa que lograrán mediante la creación de una hegemonía cultural basada en «significantes vacíos». El significante vacío es, términos laclaunianos, un significante sin significado; José Antonio Marina dirá que se trata de «un banderín de enganche que atrae sin necesidad de precisar su contenido: la indignación, la lucha contra la casta»[30], y añade el que suscribe: ‘pueblo’, ‘justicia social’, ‘democracia’, ‘feminismo’, etc. Se trata de conceptos vacuos e inabarcables, por su carácter abstracto, que pueden utilizarse para construir un orden desde el que repolitizar. Una nueva escala de valores para un nuevo panorama. Es la libertad frente a la tiranía, los débiles contra los fuertes, los buenos contra los malos. Cuando una candidata política de la plataforma Unidas Podemos, altamente influenciada por estas tesis, afirma combatir por un país «más justo, más social, más democrático, más feminista y más ecologista»[31] no ha dicho nada, pero lo ha dicho todo; se trata, en suma, de una manera de legitimar un discurso sobre la base de lugares comunes e inviolables. Así queda patente también cuando ciertos líderes emplean la coletilla para defender propósitos cuanto menos cuestionables como la explotación de las mujeres por medio de la gestación subrogada: «¿Hay algo más feminista que una mujer ‘ayudando de forma altruista’ a tener un hijo a otra mujer?» —se preguntaba Albert Rivera (C’s).[32]

III. CONCLUSIÓN

«Todos» queremos la igualdad. Todos apostamos por una sociedad en que hombres y mujeres sean reconocidos libres e iguales en dignidad y derechos en que no se admitan las actitudes, las legislaciones o las convenciones que denigren a ninguno de los dos. Todos los seres humanos normales y en plenas facultades mentales propugnamos una España en la que la violencia de género sea completamente erradicada y no se cobre más vidas, y en el que los responsables de que esto haya ocurrido o siga ocurriendo sean debidamente castigados. Lo que está claro es que nada de esto se consigue repitiendo muchas veces que se es feminista ateniéndose a una definición de dos líneas, como tampoco otorgando a todo un entramado sociopolítico, económico y cultural la pátina de women friendly —de sobra exhibida en sus medios de comunicación y en la totalidad de sus organismos oficiales— cuando esos asesinatos siguen sucediendo[33], cuando persisten las desigualdades salariales entre personas que desempeñan la misma labor o cuando, lejos de solucionar un desequilibrio en la teoría, se promueve una sustitución de los agentes, para que ahora sea Julia Martínez y no Julián (lástima de no haber nacido fémina) quien ocupe un puesto en el consejo de administración de tal empresa y pueda lucrarse por realizar la misma función a la manera en que aquél lo hacía.

            Hemos podido acometer una pequeña aproximación a la importancia del lenguaje en una materia tan delicada como ésta y advertir hasta qué punto la lucha por los derechos de la mujer se ha instrumentalizado y convertido en cuestión dialéctica. Quien observe en este proceder un intento de desprestigiar al género femenino o de atacar burdamente las bases de una existencia pacífica, libre, próspera y armoniosa, sabe, llanamente, que yerra.

            Es imperativo poner fin a la mercantilización de una causa como la citada si se cree en la justicia real, pero, sabido su grado de asentamiento, quizá sea demasiado tarde.


[1] Chesterton, G. K. (1905). Heretics. Londres, Inglaterra: John Lane. The Bodley Head.

[2] Cf. García Lorca, F. (1928). Romancero gitano. En Revista de Occidente. Madrid, España.

[3] Cf. Perón, J. D. (24 de septiembre de 1945). A los obreros metalúrgicos [alocución]. En sus OO. CC.

[4] Cf. Botín, A. P. (20 de agosto de 2018). Por qué me considero feminista y tú también deberías. El País. Recuperado de https://elpais.com/economia/2018/08/19/actualidad/1534709488_687720.html.

[5] Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado de https://dle.rae.es/?id=HjuyHQ5.

[6] Cf. G. S. (19 de julio de 2014). Hiparquía, la primera feminista de la historia. Nada. Recuperado de: https://revistanada.com/2014/07/19/hiparquia-la-primera-feminista-de-la-historia/.

[7] Pedrero, M. (1998). Censos Agropecuarios y Género – Conceptos y Metodología. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Recuperado de http://www.fao.org/3/x2919s/x2919s04.htm#bm4.3.

[8] Cf. Aristóteles (siglo IV a.C.). Política. Traducción de Patricio de Azcárate, 1873, Madrid, España.

[9] Calvo Tarancón, S. (16 de marzo de 2017). El padre de la democracia es un misógino. Público. Recuperado de https://www.publico.es/sociedad/padre-democracia-misogino.html.

[10] Gouges de, O. (1791). Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Recuperado de https://www.nodo50.org/xarxafeministapv/IMG/pdf/declaracionDerechosMujer.pdf.

[11] Bravo Cuiñas, A. (s/f). El convidado de piedra de la Historia. El Mundo. Recuperado de https://www.elmundo.es/especiales/2010/03/espana/dia_internacional_mujer/historia_feminismo/02.html.

[12] Wollstonecraft, M. (1998). Vindicación de los derechos de la mujer. Asparkía, pp. 181-186. Recuperado de www.e-revistes.uji.es/index.php/asparkia/article/view/952.

[13] Cf. Lorenzo Modia, M. J. (2003). La vindicación de los derechos de la mujer antes de Mary Wollstonecraft. En Philologia Hispalensis, pp. 105-114. Recuperado de https://idus.us.es/xmlui/handle/11441/22490.

[14] Cf. Bilbao, A.; Valdemi, I.; Eiras, M. (15 de mayo de 2018). ¡El «matriarcado» de Lagarde nos hará tocar fondo! La izquierda diario. Recuperado de https://www.laizquierdadiario.com/El-matriarcado-de-Lagarde-nos-hara-tocar-fondo.

[15] Cf. Gálvez Cordova, V. (19 de noviembre de 2016). Lagarde: «No hay nada de malo con ser feminista». Recuperado de https://elcomercio.pe/economia/lagarde-hay-malo-feminista-432301.

[16] Kollontai, A. (1907). Extractos de Los fundamentos sociales de la cuestión femenina. Traducción de Tamara Ruiz (ESP, 2011). Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/kollontai/1907/001.htm.

[17] Cf. Luxemburgo, R. (5 de marzo de 1914). La proletaria. Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/luxem/1914/3/5.htm.

[18] Zetkin, C. (1896). Sólo con la mujer proletaria triunfará el socialismo. Berlín, Alemania. Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/zetkin/1896/0001.htm.

[19] Cf. s/a. (28 de marzo de 2019). Las delirantes palabras de una periodista que vinculan la condición sexual con el capitalismo. Cope. Recuperado de https://www.cope.es/programas/herrera-en-cope/el-paseillo-del-tron/noticias/las-delirantes-palabras-una-periodista-que-vinculan-condicion-sexual-con-capitalismo-20190328_382757.

[20] Cf. Chica, M. A. (23 de diciembre de 2017). Concepción Arenal, una revolucionaria feminista nacida en 1820. El diario. Recuperado de https://www.eldiario.es/norte/cantabria/cantabrosconhistoria/Concepcion-Arenal-comienzo-revolucion_6_720987896.html.

[21] Cf. Arenal, C. (1892). La educación de la mujer. Recuperado de http://www.marxists.org/espanol/tematica/mujer/autores/arenal/1892/001.html.

[22] Arenal, C. (1895). Estado actual de la mujer en España [ensayo]. En The Woman Question in Europe. Nueva York, EE. UU.: Stanton.

[23] Corral, M. (4 de febrero de 2019). Concepción Arenal, la feminista que daba zascas a los machirulos hace 150 años. El español. Recuperado de http://www.elespanol.com/social/20190204/concepcion-arenal-feminista-daba-zascas-machirulos-anos/373463239_0.html.

[24] Montseny, F. (1 de octubre de 1924). Feminismo y humanismo. La Revista Blanca. Madrid, España.

[25] Cf. s/a. (4 de noviembre de 2011). La brecha salarial entre hombres y mujeres es del 16,2% en la UE. ABC. Recuperado de https://www.abc.es/sociedad/abci-brecha-salarial-entre-hombres-y-mujeres-162-por-ciento-201811040149_noticia.html.

[26] Barceló, C. (12 de abril de 2019). Cultura dará un punto más a las películas dirigidas y escritas íntegramente por mujeres. Crónica global. Recuperado de http://cronicaglobal.elespanol.com/vida/cultura-puntos-peliculas-dirigidas-mujeres_236877_102.html.

[27] Cf. s/a. (9 de mayo de 2019). Nadal: «¿Por qué ganan más las mujeres que los hombres en la moda?». ABC. Recuperado de http://www.abc.es/deportes/tenis/abci-nadal-ganan-mas-mujeres-hombres-moda-201905071434_noticia.html.

[28] Cf. Fair, H. (2015). ¿Qué queda del posmarxismo en la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau? Tres etapas histórico-políticas y tres desplazamientos en su concepción normativa. Quilmes, Argentina. Universidad Nacional de Quilmes. Recuperado de http://cienciassociales.edu.uy/institutodecienciapolitica/wp-content/uploads/sites/4/2015/12/Fair.pdf.

[29] Laclau, E. (1985). Tesis acerca de la forma hegemónica de la política, Anexo ruptura populista y discurso. En Labastida, J. y Aricó, J. (comp.), Hegemonía y alternativas políticas en América Latina. México: Siglo Veintiuno.

[30] Marina, J. A. (5 de febrero de 2017). La explosión de los significantes vacíos. El Mundo. Recuperado de https://www.elmundo.es/cronica/2017/02/05/5895aaf1468aeb30518b467c.html.

[31] s/a. (12 de abril de 2019).  Unidas Podemos es la «única opción política» que plantea un país «más justo» y más social. Región Digital. Recuperado de https://www.regiondigital.com/noticias/portada/309343-unidas-podemos-es-la-unica-opcion-politica-que-plantea-un-pais-mas-justo-y-mas-social.html.

[32] S/a. (23 de enero de 2019). Rivera dice que no hay nada «más feminista» que la gestación subrogada. El Plural. Recuperado de http://www.elplural.com/politica/albert-rivera-ciudadanos-gestacion-subrogada-feminismo_209856102.

[33] González de Vega, B. (24 de abril de 2019). Las muertas no tienen partido. El Mundo. Recuperado de http://www.elmundo.es/espana/2019/04/24/5cc0608afc6c83a51a8b45f3.html.


ENRIQUE CARRASCO

¡Comparte!
Facebook
X
LinkedIn