“¿Qué puedes ofrecer que aún no haya probado?”
Rey Sombra
Los Planetas

Era finales de la primavera de 1994 cuando al cambiar de canal en una tele Saba los vi por primera vez. Poco antes conocí a mi primera novia mientras ambos repetíamos COU en un instituto de las afueras de cualquier ciudad.
Los ´90 fue una década asombrosa. En todos los sentidos. Transitábamos esa edad en la que pasa todo. Aún no habíamos salido del asombro del tamaño de las tetas de la cocinera del comedor del colegio cuando los más osados de la clase fardaban de güisquería castellana y de una disco sospechosa en la última revuelta de la comarcal camino de la costa.
Por entonces Canal Plus emitía en abierto dos programas de media hora con una selección de los videoclips más sensacionales del momento. A la una y media y a las ocho. Así los conocí. De pronto. Aparecieron. La emoción y el desconcierto al ver por primera vez el video a través de la pantalla el qué-puedo-hacer de su primer disco Super 8 (BMG 1994) determinó a partir de entonces mi modo de encarar el extraño mundo que me rodeaba. Y que aún me rodea. Hay cosas peores. Piénsenlo.
Porque Los Planetas nunca sonaron como el resto. Porque supe desde el primer momentos que ellos no eran de los tuyos.
Poco antes las ciudades comenzaron a estar salpicadas de multicines y el fenómeno del todo-a-cien revolucionó los estándares de compra compulsiva de la clase media. Todo pudo ir a peor. Y así fue.
España, por entonces, agonizaba felipista para atisbar el alumbramiento del aznarismo más soez. Todo siguió igual de mediocre, sin embargo. Un Estado nacional desarticulado en venta con promesas de dicha que nunca llegaron. Multinacionales soberbias, bocadillos de calamares en entredicho, el telediario de Rosa María Mateo aleccionaba pero menos y un sistema en quiebra. Radio 3, quitando el programa de Juan de Pablos, nos aburría como nunca.
El “Pacho” Maturana entrenaba al Atlético de Madrid.
Compré aquel primer cedé de Los Planetas con la ilusión de la primera –entonces no lo supe- y última ilusión. Poco más extraordinario ocurrió en mi vida. No, como aquello no. Frívolo. Posmoderno. Me reprocharán algunos. Y con razón.
La letanía sigue llegando difusa, desde luego. Guitarras sucias, distorsión, desengaño y metáforas de drogas no era la mejor cancha en la que desenvolverse para aquel chaval de 18 años que por entonces era cuando salió el Super 8 de Los Planetas. Y sin embargo lo consiguieron.
Recorramos juntos este viaje. Canción a canción.

Cantar sobre drogas y amor absoluto como pocas veces se ha cantado fue bendecido con De Viaje. El fracaso pop redondo pasado por la sartén vana anglosajona del Qué-Puedo-Hacer. Si Está Bien fue nuestra vida en plena crisis del régimen del 78 como no se cantó jamás, como no dolerá jamás. 10.000 el eslabón perdido ente lo outsider, el puticlub más triste y desalentador y nuestra ex que sale con otro. A Jesús –así se llama el tema- le revive el desconcierto de sus guitarras y de mis vecinas del tercero. Estos últimos días arranca tripas y deseo. El sentimentalismo encantadoramente infantil y perfecto de Brigitte. La angustia drogota del desamor que destila esa cumbre del pop pocas veces alcanzado llamado Rey Sombra.
Nos vamos acercando. Desorden. Posiblemente sea el mejor tema del disco –lo que es lo mismo que decir que sea uno de los mejores temas jamás hechos en este mundo que gira sin rumbo- duro, sentimental y hermoso. Lo que siempre quisimos, nena. La Caja del Diablo es un ascenso lento y codicioso que nos empuja a rozar un inesperado confortable infierno que descansa en ese mismo rincón del techo que es lo último que ves todas las noches antes de cerrar los ojos; y es también la caricia de la inmortalidad cuando roza el fuego amigo de algún francotirador ruso.
Había más vida ahí fuera, claro. La música House agonizaba, Edi Clavo se fue de Gabinete Caligari y El Zurdo escribía en el Gente Aparte del ABC algo después de que le denigraran por declararse falangista. Lo de Chinarro molaba mucho.
Hoy hace casi 30 años que salió el primero de Los Planetas.
He oído que aquella primera novia que tuve cuando salió el primer disco en el 94 ahora es encargada de un colmado de clientela boho chic.
Y es que todo es tan jodidamente Planetas.
Álvaro García de Luján
