‘Niños veleta’. Análisis y conclusión

Sopla el viento, y gira. Cesa, y su posición se mantiene estática. Comienza de nuevo una leve brisa, que anticipa otro soplido de Eolo, y ésta se prepara para adoptar la nueva dirección a la que se quedará apuntando.  Es algo aleatorio, depende de las ráfagas que vayan sucediéndose. Éste es el funcionamiento de una sencilla veleta.

Su mecanismo, si hacemos una radiografía, es simple y muy básico: un dispositivo giratorio, con una placa que rota libremente: un señalador  indica la dirección del viento y una cruz horizontal marca los puntos cardinales. Es un invento griego que nos permite adivinar en cada momento qué tendencia adopta la corriente.

Puntualmente, puede servir como referencia para saber dónde están el Norte, Sur, Este y Oeste gracias a su configuración, pero no es ésta su principal función debido a la dependencia del aire que experimenta. De este modo, ante el cese del ventarrón, llegada la calma, se quedará este instrumento indicando una dirección de manera estática, a expensas de los próximos soplidos; debido a su inmovilismo, sacarlo de esa posición fija conlleva su inutilización absoluta.

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Así, en la vida nos encontramos con una creciente generación de jóvenes envejecidos a quienes no nos queda más remedio que denominar “niños veleta”, dependientes de la corriente y de una base fija y cómoda de la que no tengan que salir nunca; se quedarán apuntando, defendiendo lo que indique ese viento llamado “mass media”. Se trata de un amplísimo grupo de personas que, con buena fe (de momento se la presumo, hasta que se demuestre lo contrario), creen gozar de una postura crítica y objetiva aceptando las bocanadas que suelta el llamado establishment y forjando su endeble opinión a raíz de ellas, aunque lleguen a ser contradictorias y caigan en el “doblepensar” del que hablaba Orwell. El resultado de dicha aceptación es que te mostrarán cuál es la dirección que adoptan las élites, pero no serán útiles sus indicaciones para quienes sí saben dónde está el Norte y lo siguen: el reducido grupo de los “hombres brújula”.

Frente a la inmóvil pero aleatoria veleta, la dinámica pero firme brújula; la primera tiene ocasión de saber dónde está el Norte (ya he dicho antes que conoce los puntos cardinales), pero está a merced del elemento externo (el viento) para cumplir su función, la cual tampoco quiere abandonar; la segunda, por muchas vueltas que se le dé, seguirá orientada y cumplirá su cometido; ser la referencia permanente para el viajero que, sensatamente, recurre a ella en busca de su camino.

Tengamos claro siempre que nuestra actitud en la vida si somos jóvenes, si realmente luchamos por la Justicia, la Paz y la Verdad, debe ser de “hombre brújula” y no de “niño veleta”, pues la dirección que seguimos es una y la referencia adoptada no puede depender de lo de fuera. No debe esperar al viento.

RICARDO

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