¡Joder, todo el mundo opinando de Hillary, Trump, las elecciones americanas, el fin del mundo… y a mí, que también me apetece soltar algo!
Ahí va:
Ayer, martes 8 de octubre, pudimos empezar por fin en la UCO (Universidad de Córdoba) un curso para la reflexión y el debate. Tras horas de trabajo y planificación, salió adelante, gracias a la Junta de la Facultad de Derecho y al esfuerzo del profesor coordinador del evento. Jóvenes decididos e inquietos pusimos nuestro empeño en que se desarrollase una actividad cuyo nombre lo dice todo: “Libro Fórum 1.0.: Viaje a los orígenes intelectuales del Totalitarismo – 1984, de George Orwell”.

Lo mejor es que hemos logrado atraer a un núcleo de personas que tienen ganas de aprender, que están abiertas a la reflexión y quieren conocer cuáles son las raíces del totalitarismo, el cual se ha dejado ver en varias ocasiones desde el inicio de la Modernidad, contando desde los Años del Terror (post-Revolución Francesa) hasta el último gulag soviético.
Desde luego, el momento para iniciar este curso es idóneo, ya que fue volver a casa y la gran metrópoli de nuestro siglo, EEUU, estaba en pleno frenesí electoral, votando a dos candidatos de los que la opinión pública solo tenía malas referencias. Se decantaba por elegir al “menos malo” (que no deja de ser malo), según las informaciones vertidas desde los medios de comunicación.
Volviendo al seminario ayer empezado, el primer tema que se tocó fue la relación entre el bien personal y el bien común, suponiendo un todo, un binomio inseparable (un bien personal será irremediablemente común y viceversa): si lo que se persigue es pensando en el beneficio no sólo de la persona sino también de la comunidad, obtendremos un bien tanto personal como común; si lo buscado es un bien comunitario pero sin obviar los bienes personales, se lograrán ambos, y, así, la sociedad progresará.
Ésta debe ser la máxima en la política, la filosofía que reine en ella. Ya nos decía ayer el profesor que se trataba del enfoque Clásico, de la Antigua Grecia, sobre la política.
“El problema está en que ahora no se siguen bienes sino fines”- nos explicaba. “Cuando es el Estado quien tiene unos fines, usa a las personas que lo integran como meros objetos para lograrlos, sin preocuparse por lo que éstas puedan buscar. Las instituciones persiguen el fin común sin importarles el bien de los ciudadanos, que son herramientas. Es lo que se conoce como totalitarismo”. “Sin embargo, estamos ahora en una época en la que es la persona quien instrumentaliza a la comunidad y al Estado para lograr sus fines (que no bienes) personales sin preocuparse por sus iguales, los cuales son meros utensilios de los que sacar un provecho. Es la máxima del egoísmo, el polo opuesto al totalitarismo: el individualismo”.
“Hoy en día se tiene una pésima visión de los políticos porque aquéllos que ocupan los puestos más representativos no buscan el bien de la comunidad, sino que van tras fines particulares, ya sean del partido o a nivel personal; pero los portadores de esa percepción no piensan en todos los integrantes del Estado, ya que para ellos son importantes en cuanto utilidad y aprovechamiento de los mismos puedan obtener. La política se concebía antiguamente como un servicio a la comunidad, y eso revertía en un bien comunitario y personal. Desgraciadamente, ahora, en nuestros días, se ha hecho de ella una vía para alcanzar los fines propuestos, marginando a los que no sean útiles para lograrlos”.
“Esto no es sino la consecuencia que pagamos por adoptar una filosofía de vida que gira en torno al egoísmo, a la instrumentalización de nuestros iguales. Es algo que empezó en 1789 con la Revolución Francesa y sigue ocurriendo en pleno siglo XXI”.
Y, simplemente, el proceso que hemos vivido de elecciones en EEUU no ha servido sino para que podamos ver claramente que el valiente profesor que se ha comprometido con nosotros tiene toda la razón del mundo: coincidimos en que los dos candidatos (Hillary y Trump) eran pésimos, lo peor de cada casa. El proceso ha sido dirimir quién decide el pueblo estadounidense que será menos malo en el poder, pero eso, en la política, no debe ser una opción. El hecho de que sepamos que los dos no son trigo bueno se sustenta en que han demostrado ir tras fines particulares; con su conducta han revelado que la sociedad, según ellos, no es otra cosa que un simple medio que emplear para lograr sus objetivos individuales. Si no, observad el ambiente de crispación y enfrentamiento hostil que los dos candidatos han creado en la población del país, llegando a producirse altercados, forcejeos y peleas entre ciudadanos que, por momentos, recordaban más a la actitud del hooligan. ¿Ésta es acaso la actitud que debe adoptar un pueblo para decidir su futuro?
Hay que desterrar esta concepción egoísta de la vida, que empuja a cada uno a buscar sus fines particulares, para adoptar una posición en la que no se pierda de vista, en la búsqueda del bien personal, el bien común. Cuando cada uno interiorice esto y lo inculque en la sociedad, en los círculos en que se mueve, podremos ver el reflejo que tiene, y es que aparecerá una clase política con unas ideas más próximas a esa filosofía de la política como un servicio por y para la comunidad. Recordemos, pues, que la política es un medio para lograr el bien, no los fines.

Hillary y Trump, Trump y Hillary. Sea como sea, me da bastante igual. Ni me alegro por uno, ni me entristezco por la otra. Me resulta indiferente. Lo que me inquieta es la herida que han abierto con su conducta y discurso en el seno del pueblo norteamericano. Lo que me preocupa es que urge la llegada de ese cambio cultural, esa transformación en la concepción de la vida porque, si no, asistiremos en el futuro a más y más episodios que lograrán la división de los pueblos y el irremediable enfrentamiento de sus ciudadanos. Repito: hagamos de la política el medio para buscar el bien, no los fines.
Al terminar esta primera sesión del curso, me preguntó el profesor:
— ¿Cómo crees que se ha dado?
— Cojonudo. Ha sido, sencillamente, cojonudo.”- le dije
— Gracias, Ricardo.
Él sabía que había merecido la pena.
RICARDO