Volviendo a los lares del reseñar, quisiera hacer algo que ciertamente se considera atípico dentro del campo de la crítica literaria, que es poner el foco en lo que bien se puede considerar como un libro de educación. No me refiero a centrar el tiro en analizar cómo está escrito el libro de texto de cualquier curso escolar, sino a centrar el artículo en un escrito que ya es historia, si no histórico. Se podría decir que, si decidiese darle a mi hijo un escrito con vistas a cuidar su formación, no dudaría un solo segundo en regalarle, desde bien temprano, la obra Caballero, del padre Francisco Armentia.

Sin duda, este texto es de esos que por simplemente referirlo nos lloverán bellos calificativos de ultracatólicos desde los apesebrados cordobeses de Eldiario.es, lo cual, para qué engañarnos, nos enorgullece. Y este libro es radicalmente “ultra” por ser algo tan sencillo como un toque de atención al joven que empieza a volar, una llamada a construir el arma más bella que el hombre puede tener en este siglo de la confusión: el discernimiento. Además, ayuda a ir dando los pasos para que el joven se autodetermine y se arme del coraje suficiente para desarrollar un estilo propio, en contraposición de las modas frugales y pasajeras del turbocapitalismo en el que vivimos, un sistema que, si pretende algo, es tenerte como productor y consumidor sin tan siquiera cuestionar la cadena de montaje. Por eso mismo, este tipo de literatura añeja que encarna Caballero responde a una serie de escritos que están en vías de extinción, quién sabe si por lo “peligrosos” que pueden llegar a ser.
Uno de los lemas más revolucionarios y bellos que en los últimos años han surgido es Somos lo que defendemos, dentro de la discografía de Loquillo, el cual tanto nos gusta. Tal vez por eso esta obra del padre Armentia sea tan díscola actualmente y tan soberanamente necesaria. Porque al lector le da una hoja de ruta para que ponga los pies en la tierra y defina su ser. Es decir, responde a la cuestión del quién soy, no solo a nivel individual sino también en la relación con la familia, la Patria y Dios. De esta manera, cubre por completo la definición antropológica que nos caracteriza como seres humanos, al cubrir todas las esferas en las que el hombre se va a desenvolver: en el trato con su familia, con su comunidad y con Dios.
Tras asentar el ser, el libro ofrece herramientas para la reflexión. No una reflexión parsimoniosa e infructífera, sino una reflexión con vistas a saber qué te toca a ti, como caballero, defender. Al final, la vocación es una realidad indiscutible. La cuestión está en discernir para así saber qué camino tomar y cómo llevar a cabo esa misión, alineándola con la cosmovisión propia del joven debidamente formado, para ser tan auténticos como coherentes.
Como estos, tenemos bastante más ejemplos de virtudes que Francisco Armentia entra a tratar, componiendo así un compendio que, si algo ofrece al joven, es luz. Es un libro que, leído en buen momento y con la debida calma, ayudará a quien acuda a él y le ofrecerá una vía alternativa de la que sacar respuestas, esas que son tan necesarias para combatir la confusión del caótico siglo XXI. Por ello recomiendo tanto a nuestros socios como a nuestros seguidores que no duden en hacerlo.
RICARDO MARTÍN DE ALMAGRO GARZÁS