Respuesta a una ‘CARTA AL FRENTE’ (II)

[Recibimos en nuestro correo una CARTA AL FRENTE acompañada de una serie de preguntas que uno de nuestros redactores ha tenido ha bien contestar. Haga click aquí para acceder a la primera parte del hilo].


¿Qué opina sobre el problema del fraude fiscal en España? ¿Cuál sería a su juicio la mejor solución?

No considero cierto el mito de que el español es pícaro por naturaleza. Creo firmemente que nuestro pueblo sabe ser ejemplar cuando se siente parte de una causa justa y común; por ello, suscribo el verso 20 del Cantar de Mío Cid: “¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!”. El español de a pie no entiende cómo gran parte del dinero que ha ganado con su trabajo acaba en manos de un sistema político responsable de innumerables fraudes y tramas corruptas. Y las autonomías acaban siendo un pozo sin fondo que, desde hace tiempo y cada vez más, constituye un serio motivo de duda para el ciudadano.

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Casa Real, sindicatos, PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos… son el supuesto ejemplo, representación y cabeza visible de España; de ellos se espera disciplina, coherencia y altura. Al ver, durante décadas, cómo los (repito) supuestos ejemplos de honradez y trabajo se convierten en señoritos ociosos, es cuando el propio pueblo se transforma en pícaro.

Mi opinión es demasiado clara y directa para un mundo confuso y paniaguado, pero soy demasiado joven como para tener opiniones de viejo conformista. Sin tibieza, las medidas necesarias serían las siguientes:

  • Una limpieza integral de las instituciones.
  • Un nuevo modelo de Estado, sin despilfarros, concesiones y privilegios.
  • Configuración de una unidad de destino común para el pueblo español.
  • Educación en valores eternos con el objetivo de crear una conciencia colectiva, social y humana.
  • Encarcelación inmediata de todos los culpables y cómplices de utilizar España como negocio.
  • Las penas más rigurosas contras aquellos que hayan especulado con la miseria del pueblo.

Entonces, y sólo entonces, el pueblo se sentiría partícipe y no engañado. Entonces, y sólo entonces, el pueblo dejaría de mirar para otro lado. Entonces, y sólo entonces, Hacienda no sólo seríamos todos, sino que, al fin, sería de todos, pues el dinero del trabajo entregado en los impuestos supondría verdaderamente una inversión de vida para nosotros mismos; inversión en un proyecto común del que formaríamos parte conscientemente.

JULIO FÍGARO

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