«Reynos del Andaluzia», por Antonio Moreno Ruiz

La Yunta progre-califal aupó a Manu Sánchez hasta hacerse un humorista reconocido; sin embargo, la SER, esa radio que fue fundada en la época del general Primo de Rivera, nos lo convierte en intelectual. Hace poco, gracias a la difusión que le dio José Manuel Soto (ése que habla por la unidad de España y tal), ruló un vídeo donde el susodicho metía unas gambas de antología: nos colaba al romano Séneca en al-Ándalus, y, aparte, sin distinguir al-Ándalus de Andalucía, decía que en al-Ándalus no hubo jamás yihad. Equivocarse no es malo; lo malo es no reconocer los errores. Aun así, con la más progre de las soberbias (válganos la redundancia), gracias a la cobertura de uno de los medios más poderosos del régimen, el gachó éste sigue, erre que erre. Desde hace muchos años, un servidor viene alertando sobre el peligro real que supone el andalucismo; estoy «hartito» de decir que a lo mejor un día nos lo tendremos que tomar en serio. Así las cosas, ante la abulia de tirios y troyanos, valgan algunas puntualizaciones a este sujeto que tan fácil nos lo pone:

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Mapa de al-Ándalus. Año 756 d. C.

– Al-Ándalus no es lo mismo que Andalucía, por enésima vez. Al-Ándalus fue el nombre que utilizaron los musulmanes para referirse a todo territorio ibérico dominado por ellos (lo que visigodos y bizantinos habían llamado Spania), toda vez que Tarik ben Ziyad, al mando de Muza, venció en la batalla de Guadalate luego de la traición de los godos witizianos. «Andalucía» nunca llegó a los Pirineos, del mismo modo que nunca existieron «Euskadi» (y menos que llegara desde Francia a Castilla pasando por Navarra) o los «Països Catalans», absorbentes

de Aragón, Valencia, Baleares y hasta Cerdeña. El imperialismo nacionalista no tiene límites, pero basta ya de tonterías, porque con razón la policía portuguesa calificó a Blas Infante Pérez de Vargas de «elemento peligroso» por sus ensoñaciones anexionistas hacia el Algarve, al alimón del iberismo masónico.

De «reynos del Andaluzia» habla Fernando III el Santo en el siglo XIII, gracias a que una coalición de castellanos, navarros y aragoneses (además de voluntarios portugueses, catalanes e incluso francos) lograra derrotar al ejército almohade en la batalla de Las Navas de Tolosa. El territorio circundado por el valle del Guadalquivir, comprendido por los reinos de Sevilla (sur de Badajoz, Sevilla, Huelva y Cádiz), Córdoba y Jaén, es lo que se denomina «Andaluzia», siendo que el reino de Granada no se considera «Andalucía» hasta el golpe liberal de 1833.

Tanto hablar de «historia milenaria»… pues a ver si nos aplicamos.

El convento del Pópulo, centro neurálgico del sevillano barrio de la Cestería. Desamortizado en 1835, acabó convertido en cárcel.
El convento del Pópulo, centro neurálgico del sevillano barrio de la Cestería. Desamortizado en 1835, acabó convertido en cárcel.

– “Desde que somos España nos convertimos en su cara más pobre…”. ¡Toma ya! ¿Y cuándo existió una Andalucía independiente de España? No parece concordar en eso José Cadalso, gaditano ilustrado, de sangre vizcaína, que estudió en Francia e Inglaterra y, al escribir sus Cartas marruecas (en el siglo XVIII), hablaba de la abundancia y hasta de la cierta arrogancia que marca el carácter andaluz. Por poner un caso. No obstante, como buen «andalucista», Manu Sánchez calla el proceso de desamortización llevado a cabo por Mendizábal, aquél que entregó las minas a los Rothschild; aquél que nos llenó de empréstitos destinados a pagar la Guerra Carlista mientras el ejército liberal reprimía a sangre y fuego las muchas partidas carlistas que surgían en Jaén, Granada, Torredonjimeno, Ronda, Osuna, Morón de la Frontera, La Puebla de Cazalla, Sevilla, Córdoba, etc.; aquél que dejó Andalucía como un solar, como una finca para sus amigos corruptos, que ensangrentaron y empobrecieron, impunemente, todo el siglo XIX español.

De todas formas, ¿para qué nos valdrá la Historia, si, con la «Andalucía transpirenaica» resulta que éramos cultos, listos y ricos y, por culpa de los Reyes Católicos, somos pobres?

– ¿En al-Ándalus no hubo yihad? No, claro, por eso la matanza de la nobleza de Toledo o las sucesivas matanzas de los cristianos de Córdoba no existieron. Eso es negacionismo y lo demás son tonterías —que esa es otra: el olvido sistemático de los cristianos autóctonos sometidos al mandato musulmán. El montón de cristianos de toda la Bética, así como de la Meseta y el Levante, que tuvieron que huir a los territorios del norte para poder vivir acordes a su cultura y a su fe, pisoteados en su propio terruño. ¡Qué selectivo es el victimismo! Pero, siguiendo con la yihad, ¿qué fueron entonces los almorávides y los almohades, aquellas invasiones de bereberes que primero le dieron caña a los musulmanes andalusíes, a los que consideraban incongruentes con la fe de Mahoma? ¿Aquellos que tantos esclavos hicieron, no sólo de cristianos, sino también de judíos?

¿Tolerancia ilustrada? Sí, por eso Averroes tuvo que salir por patas y la escuela malikí, que entró del actual Marruecos, era un compendio de ello; al igual que, por eso, Ibn Jaldún daba instrucciones para no mezclarse con cristianos. Algo de eso sabe Serafín Fanjul, catedrático de Literatura Árabe, que sabe mucho más árabe que Blas Infante Pérez de Vargas, el mismo que fue buscando descendientes de al-Mutamid, ese déspota al que los musulmanes africanos metieron en la cárcel. Eso, tolerancia por todos lados.

Desde luego…

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«Noche Toledana», dibujo original de Domingo Muñoz. | © Archivo Municipal de Toledo.

– ¿España se quedó con nuestro folclore? Pero, ¿es que, acaso, el nuestro es un folclore extranjero y ajeno a España? Sobre el flamenco, mejor no hablar, porque no es folclore, pero, incluso así, éste no se entiende sin las muchas músicas influenciadas por Hispanoamérica, en especial por Cuba. Pero claro, también, qué es «folclore», concepto romántico alemán que yo no sé si nos va o nos viene mucho. No obstante, incluso admitiendo eso, ¿es que, acaso, nuestras músicas pueden entenderse sin el influjo de las seguidillas, las jotas o los boleros, extendidos por toda la Piel de Toro y también por Baleares y Canarias? ¿Es que antes no hubo pavanas, folías, romanescas, canarios, gallardas o jácaras, como también las tuvieron nuestros compatriotas? ¿Es que, acaso, no estamos influenciados por una gran música de ida y vuelta como fue el fandango antiguo? Y la rumba, ¿no es de origen cubano? ¡Joder con el «purismo»! Ni incluso el canto melismático es exclusivamente nuestro, pues no es sólo que esté presente también en los cants de feyna o de treball de Baleares, o en las tonadas pasiegas, sino que, en verdad, es algo extendido a ambas orillas del Mediterráneo, así como por la India e Irán.

Pero nada, al final, como Pujol: «Espanya ens roba». Eso sí, de los imputados por corrupción que siguen hoy esta máxima… mejor ni hablamos.

– ¿El pueblo andaluz salió a la calle? ¡Pero sí sólo votó el 37%! Y de los gallegos, el 30. Ésa era la fiebre autonomista de la «transición», que pactó lo peor del franquismo con lo peor del antifranquismo; del régimen que lleva dando de comer a muchos, entre ellos al nuevo intelectual de la SER. Ya vemos cómo es la «democracia» y todo eso.

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Blas Infante, en Marruecos. Año 1924.

Por cierto, ¿se explicó al pueblo andaluz qué significaba la bandera y la doctrina de Blas Infante Pérez de Vargas? Porque, digo yo, a todos los que sois sus adeptos (incluida esa derecha cobarde —valga otra redundancia— que es la primera en reír estas supuestas gracias): ¿por qué os empeñáis en hablar castellano, lengua que desde Andalucía se hizo universal en América? En puridad, no deberíais hablar siquiera romance, puesto que el romance mozárabe en el que se escribieron las jarchas era despreciado por los árabes (que lo creían «jerga») y por los muladíes que se creían árabes, tales como el filósofo neoplatónico Ibn Hazm, aquél que justificaba la pena de muerte para los apóstatas del islam. ¿Por qué no dejáis de lado el derecho romano y adoptáis como fuente la sharia? ¿Por qué os empeñáis en celebrar la Semana Santa

o las romerías? En al-Ándalus, poca Semana Santa y pocas romerías hubo, dándose que, además, el sunnismo es rabiosamente iconoclasta; vamos, que no sólo la Semana Santa, sino que también eso de la imaginería, que tanto nos caracteriza a los andaluces, se borraba de un plumazo. ¿Por qué os empeñáis en comer carne de cochino y en beber alcohol? ¡Guardad el precepto musulmán! También sobre los perros, animal impuro según la doctrina de la media luna. ¿Por qué os empeñáis en poner la banderita islamista en las plazas de toros, si Blas Infante Pérez de Vargas era rabiosamente antitaurino y faltaba a los cordobeses por ser éstos aficionados taurinos y no saberse la lista de los califas? ¿Por qué seguís imponiéndole esa bandera a jiennenses, granadinos o almerienses que, aun hoy en día, no quieren verla ni en pintura? ¿Por qué os empeñáis en una «Sevilla, capital de Andalucía» que nunca existió, que los sevillanos nunca pedimos ni quisimos y que no ha generado más que odio a la ciudad? Que esa es otra: no habéis generado sino división y enfrentamiento donde nunca lo hubo, aunque, desde las provincias artificiales que se inventó Javier de Burgos en 1833, el percal estaba servido. Los sevillanos, odiados, cuando ni Blas Infante Pérez de Vargas ni muchos otros andalucistas eran sevillanos. Pero nada, ese es vuestro legado.

En fin, seguramente que los progres respetarán mi libertad de expresión y mi derecho a decidir… ¿verdad?

Andalucía, compendio de España, tierra antigua y de repoblación, resultado práctico de la unión de los reinos de Castilla y de León, avanzadilla de Canarias y América… nada de eso aparece en la farsante doctrina ni en los sempiternos medios progre-califales, que llevan no sé cuántos años mangoneando y robando, como para, encima, echar la culpa a una historia de la que no tienen ni puta idea. ¿Y nos quejamos de vascos y catalanes? Mucho me temo que ése es un lujo que no podemos permitirnos demasiado, porque, si hay algún pueblo alienado y enajenado sobre su identidad, ése es el andaluz. Hasta que unos cuantos nos sentemos y, al estilo de lo que está haciendo el profesor Javier Barraycoa en Cataluña, escribamos como Dios manda, rechazando todo esto de lo que estamos hartos pero sin caer en una suerte de falso y exagerado «castellanismo», esta problemática no hará sino crecer, y, a lo mejor, mañana mismo vamos ya tarde. Así que al lío, que hay mucha tela que cortar. Dicho sea por un andaluz que un buen día tuvo que emigrar y ya sólo piensa en regresar.

He dicho.

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Antonio Moreno Ruiz

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