Todos recordamos el momento en que descubrimos la verdad detrás de fábulas de la infancia como el Ratoncito Pérez. Duele el momento del deslumbramiento, pero, con el tiempo —adquirida la madurez—, pensamos… «¿cómo pude creerme esa patraña?».
¿Te molesta esta publicación? Vete a votar cuando te digan y disfruta de una nueva legislatura. No vale llorar y patalear cuatro años si no te gusta el resultado… es el juego que has escogido y hay que saber perder.
Nosotros, después de casi medio siglo bajo el paripé partitocrático, tenemos claro que, si meter papeles en urnas sirviese para algo (más allá de para sostener un sistema injusto y asesino de inocentes con el beneplácito de quienes se creen libres), estaría prohibido. Como lo está todo aquello que merece la pena.
