Con el nuevo año, nuevos horizontes se abren para la ciencia. Una serie de prometedoras noticias, descubrimientos y avances nos esperan este nuevo año.
Tampoco podemos decir que todo lo que nos depara este campo es bueno. El año amanece con la próxima subida al poder de Donald Trump, y entre la comunidad científica pesa la incertidumbre. El magnate, enemigo declarado del cambio climático ( y no en el buen sentido precisamente), amenaza con romper los compromisos adquiridos por el presidente anterior, Barack Obama. Aunque tampoco se puede decir que este presidente se mojara mucho con estas medidas, ni ningún otro homónimo de importancia mundial, eran pequeños avances que podría sentar un precedente. Y a pesar de ello, no es lo más preocupante de la actitud del “levanta muros”. La previsible retirada de fondos a la comunidad científica estadounidense que se dedica a temas tachados por Trump en sus discursos traerá un vacío muy importante en campos como las células madre, la contaminación y demás espinas clavadas en los fanáticos votantes de este magnate. Si la mayor potencia científica del mundo retira su aportación a estos campos tendremos que imaginarnos que no harán todos los demás países que bailan al son del imperio yanqui. Tampoco podemos esperar nada de la segunda potencia científica, pues no es necesario dar razones para dudar de la lucha de China contra la contaminación.

Aún así, pongamos la esperanza en nuestros científicos, no en los simples afiliados a asociaciones y organizaciones “verdes” que tan sólo vociferan eslóganes hechos a medida por diversas ideologías políticas. Nuestras verdaderas mentes pensantes, que tanto reconocimiento reciben en el resto del mundo. Y en nuestros jóvenes, que aún viéndonos con la más que probable migración, queremos un mundo y un país mejor, y luchamos para conseguirlo.
Un futuro ingeniero verde.